Isfahan es seguramente el sitio que más nos ha gustado de Irán y la verdad es que es una ciudad inspiradora, bonita, divertida (dentro de lo que se puede, claro). Nada más llegar preguntamos al señor amabilísimo de recepción del Hotel Irán y nos indicó las cosas más importantes, yo rápidamente pregunté por el río, ya que había visto fotos preciosas de los puentes de Isfahan reflejándose en el río y también que había algunas teahouses interesantes por la zona (bueno, nuestro guía decía que solo quedaba una, porque claro eran lugares para la «perversión» donde un hombre y un mujer podía mirarse, pecado total, jeje). La cosa es que el hombre nos dijo que ya no había río, que habían abusado quitándole agua y hacía tres años que se había secado. Hasta donde puede llegar el hombre, qué horror! Nos decía que el río seco era como la cicatriz de Isfahan y que la ciudad no había vuelto a ser la misma, ya que ellos estaban muy orgullosos de su río porque además no tenía edificios alrededor, sino jardines donde iban a hacer picnic, ahora no van porque es demasiado triste, aunque los jardines siguen muy cuidados y parece que se esté esperando que milagrosamente el agua vuelva a su cauce.
Así que nos fuimos a comer algo y al río lo primero de todo, yo es que no me lo podía creer, con lo súper bonito que era, pero llegamos y, efectivamente, la mejor descripción es llamarlo la cicatriz de Isfahan, porque es una herida enorme.
La señal es humor negro total.
Luego nos fuimos para la plaza, a mí las ciudades con plaza me encantan, y esta plaza es brutal, no sé donde leí que era la segunda del mundo, no sé si es verdad, absolutamente después de Tianamen en Pekín, pero esta a mí me gusta más, porque es más plaza, más espacio abierto. En la plaza además hay dos mezquitas y un palacio, pero era viernes, y todo estaba cerrado (a una mezquita entramos cuando entraban ellos a rezar, pero digamos que no estaba preparada para visitar, jeje, aunque se veía preciosa). Pero que fuese viernes tenía una ventaja, y es que estaba llenita de iraníes con ganas de pasarlo bien, niños en la fuente. Pero sobre todo, familias enteras empezaron a tomar la plaza con sus mantas y sus millones de cosas para picnic, llamarlos profesionales del picnic es poco, qué nivel. Cada persona llevaba al menos una olla llena, la tetera, el camping gas… Otra cosa que me encantó de la plaza es que había coches de caballos que debían hacer el recorrido de dar la vuelta a la plaza simplemente, pero iban a una velocidad, parecía que te iban a arrollar, pero también lo hacía más divertido, jeje.
Con lo enredona que soy yo, a la fuente metí los pies también, qué menos, jeje.
Nosotros nos fuimos a un puesto de comida para llevar para conseguir un beryani (que nos lo había recomendado Sahar) que es como una hamburguesa pero con la carne más suelta, de cordero, riquísima y con las hierbucas y el pan, genial, y encima no es un kebab, jejejeje, que a veces no hay más variedad.
Al día siguiente decidimos ir a ver algún monumento, como las entradas se nos hacen muy caras muchas veces, seleccionamos, y fuimos a ver un palacio bastante bonito patrimonio de la Unesco, el bazar, la Jama mosque y la iglesia armenia.
Puerta principal del bazar, no hicimos ni una foto dentro, snif snif.
En la Jama mosque, una señora se acercó a mí, porque justo era la hora de rezar, en principio creí que quería decirnos que no podíamos estar allí, pero la señora empezó a hablar, y no paraba, y es que lo que quería era convertirnos al Islam, en fin, nos dijo que ya llevaba dos convencidos, yo entre la chapa que nos dio la señora (que resultó tener 30 años, pero es que teníais que verla, era señora señora) y el calor con el chador (el sabanón) empecé a tener sudores fríos y ya me veía en el suelo, madre mía.
No pudimos disfrutar lo bonita que era la mezquita, pero la señora nos preguntó después de una hora y mi casi lipotimia, si volveríamos, así que por el pánico de que siguiese allí, ni de broma.
Nos fuimos al barrio armenio a comer, que como son cristianos no hacen ramadán y abren algunos sitios, y así luego visitaríamos la iglesia. La iglesia no tiene mayor atractivo que el de estar en Irán, bueno es mona, pero sin más, de barrio. Pero dentro tienen un pequeño museo propagandístico de como los turcos mataron como un millón de armenios y todavía no lo han condenado, pero en el museo la joya para mí era la siguiente: alguien había escrito una frase en un pelo (si, un pelo de cabeza, y no especialmente grueso) y podías verlo a través de un microscopio, brutal!!!!! Más friki imposible, me encanta.
Os dejo primero las fotos del pelo y la frase que está escrita, y luego las de la iglesia.
El sentido de la frase me cuesta un poco, pero bueno.
Por la noche fuimos a cenar a un hotel de 5 estrellas, el hotel Abbasi, pero fue un poco decepcionante, aunque es muy bonito y bastante barato (como 15 euros entre los dos), pero la comida no era muy especial, la verdad. Eso sí, empezamos con las hierbas, el pan y el queso, que me encantan.
Y de vuelta a casa, vimos una heladería, mirad como es el helado iraní a veces, hay otro tipo, que a mí me gusta más, pero también es raro, jeje. Yo al final me comí uno del estilo Mcdonalds, en fin…