Dejamos Isfahan, con un poco de dolor, porque no nos hubiese importado pasar algún día más allí, para ir a Kashan, otra vez calor calorcito, pero la verdad que es una ciudad muy bonita.
Nos recordó el centro a Yazd, porque era otra vez como en Almagro, la gente cerrada a cal y canto en sus casas por el calor.
Lo primero que fuimos a ver fue la mezquita, que estaba muy cerca de nuestro hotel, y la verdad que era diferente a las que habíamos visto antes, ya que no tenía tanto mosaico del que me gusta, pero la combinación ladrillo con el azul también me encanta, jeje.
Después fuimos a dar una vuelta por el bazar, y allí conocimos a Ibrahim, un chico, conductor que fue quien nos llevó de excursión al día siguiente, porque era más barato y más majo que el taxista que nos había llevado desde la estación y que también nos lo había ofrecido. Ibrahim nos llevó además esa tarde andando hacia la antigua muralla de Kashan, en la foto podéis ver un trozo restaurado y luego la situación del resto de la muralla, que parece que se esté fundiendo, jeje.
Ibrahim nos contó historias de la mafia de conductores para guiris en Kashan, para no dormir, con amenazas, extorsiones… Básicamente hay cuatro conductores, y se matan por lo guiris, él es el más nuevo y más barato. Nosotros vimos las prácticas poco educadas de uno de ellos, el que tiene una tienda de colchones, Reza, y conocimos en la estación de buses a otro, así que si nos quedamos un día más, nos encuentran los cuatro, jeje.
Al día siguiente empezamos la excursión en el lago de sal, como veréis en las fotos, no había muchísima sal, de hecho vimos a los camiones salir cargaditos de allí, así que no estaba blanco y no era tan impresionante, pero nos gustó ver tanto tanto tanto terreno sin nada, es brutal. Además Ibrahim nos enseñó lo cercana que está el agua, no llegamos al agua porque el palo ser rompió, pero tan pronto excavas la primera capa es tierra húmeda, aunque parezca seca. Y había como pequeños riachuelos rígidos de sal.
Luego fuimos a unas dunas cercanas, esta vez no montamos a camello, aunque vimos camellos salvajes por el camino.
Mirad como deja caer su cabeza sobre la mía, jajajajaja, como no había nadie, porque luego en la ciudad no me quiso ni dar la mano para despedirnos, era majete, pero un poquete raro.
Desde allí nos llevó a la ciudad subterránea, pasadizos y mini habitaciones excavados, chulo, pero creo que en Capadocia (nuestro próximo destino) es más impresionante.
Y volvimos a la ciudad para comer en un restaurante de comida rápida, que aquí hay muchos, y con el tema del Ramadán, al mediodía no puede uno esperar mucho más. Había una familia cogiendo miles de bocadillos para llevar y eran tan graciosos los críos y las señoras, así que nos hicimos una foto, y una señora se lanzó y me dio un beso, jejeje.
Vovimos a dar una vuelta por el bazar para ver el caravanserai precioso que hay dentro y que el día antes no habíamos visto y a los jardines de Fin, donde me convencí más que lo del riachuelo llevando agua, baja bastante la temperatura del lugar.
En el coche, me dijeron que me podía quitar el pañuelo, y la verdad es que sentí una liberación, porque lo de ir con el pañuelo hasta al lavabo o comer con él, o en general con el calor que hace en algunos sitios, llevarlo, es un rollo patatero.
Y por último fuimos a ver Abyadeh, que es un pueblo precioso y que además tiene un microclima total, un frescor, es como un oasis en el desierto, una maravilla.
Allí encontramos un grupo de iraníes de Shiraz, estas mucho más modernas, y también nos hicimos una foto con ellas, fotaca!!!! Más majetonas.
Y de vuelta a Kashan, por la mañana madrugábamos para irnos hacia el norte de Irán, que es verde total, muy diferente.