Para empezar este post la primera aventura fue llegar a la isla. Nosotros habíamos comprado uno billetes hace un mes con Merpati, llegamos tempranísimo al aeropuerto y nuestro vuelo no aparecía, aaaaaaaah. Vamos a preguntar al hombre y nos dice que Merpati ha cerrado por bancarrota, que hace dos meses que ya no vuela, y ¿por qué nos vendieron los billetes???
Momento de bajón total, no sabíamos que hacer si quedarnos esos días más en Bali o intentar ir a ver los dragones. Fui a preguntar en los mostradores de las compañías y en la segunda, eccoloquá, tenían un vuelo para Labuanbajo (el aeropuerto en Flores desde donde se puede ir a Komodo en barquito), una hora más tarde. Así que nos dijo que nos costaría 1.250.000 la ida y 750.000 la vuelta, en total unos 120 euros y esperando recuperar los del vuelo cancelado, claro. Decidimos que sí, entonces la chica compró uno y cuando fue a comprar el segundo, el precio había subido a 1.650.000 la ida, entonces lo teníamos que pensar… pero la chica ya había comprado uno, así que decía que probásemos con otra compañía para los otros tres… un poco de show, pero bueno, al final, decidimos que aunque costase más, no cambiábamos los planes. La chica del mostrador era minúscula y nerviosa, nos ayudó en todo, y estaba emocionadísima. Al final nos hicimos una foto con ella, jeje, qué mona.
Cogimos nuestro avión, 3 billetes en business y uno no, pero al pobre Yubero le dejaron sentarse con nosotros, jeje. Llegamos al aeropuerto y parecía que habíamos aterrizado en Uganda, no nos lo esperábamos, la primera sensación fue brutal, por el calor y por lo cutre del aeropuerto, mundial. Solo era una sala en la que cerraban la puerta de salida y cuando todos estábamos dentro, cerraban la de entrada desde las pistas y abrían la de la calle (donde había muchos «taxistas» esperando). El equipaje lo daban por una ventana que había entre la pista y la sala, cada uno señalaba en plan «ese es el mío».
Así que nosotros lo primero que hicimos fue ir a comprar los vuelos de vuelta a una oficina de paneles de madera, lo más cutre que os lo imaginéis, nunca superará a la realidad. En la puerta Alberto conoció a un chico que ofrecía el transporte por 40 mil rupias y luego nos dijo que el gestionaba viajes a Komodo, que luego hablábamos.
Nosotros no teníamos hotel ni nada, así que primero nos llevó a uno en la playa y luego a uno en el centro del pueblo, que está en la lonely y fue el elegido, el Gardena. Cogimos dos habitaciones y descansamos un rato, empezó a caer una… en los mini bungalows parecía que se acababa el mundo, luego al salir que ya no llovía tanto nos dimos cuenta de que en esos techos sonaba mucho más de lo normal.
El chico, Jak, nos ofreció el tour de 2 días/1 noche, que es el que queríamos, con visita a las islas de Komodo y Rinca, y snorkel, al final pagamos 1.100.000 rupias (66 euros) con todo incluído (entradas, ranger, tasa por las cámaras…), pero creemos que fue un poco caro porque él hacía de intermediario, seguramente lo mejor es ir preguntando en la calle principal, donde está el hotel Gardena, que hay mil agencias.
Jak nos asustó mucho, porque María y yo empezamos a preguntarle por todos los peligros y nos explicó cosas horribles de los dragones, yo ya me estaba arrepintiendo, además podríamos ver mantas en el snorkel (que pueden llegar a 8 metros de envergadura, yo me imaginaba en el agua y encontrarme y un bicho de esos y me muero. Así que yo no sabía si había merecido la pena venir a pasarlo mal… Nervios nervios. Para abrir boca vimos vídeos como el de un dragón comiéndose un jabalí de un bocado…
Al día siguiente, Jak vino a buscarnos a las 8 de la mañana y nos llevó al puerto, allí estaban Antonio (el capitán) y su grumete. Nerviosos, pero emocionados. Lo primero que hicimos fue un snorkel, una isla en frente de Rinca. Antonio era un experto submarinista y nos acompañó en el snorkel, debió ver que yo era la más cagada y me llevaba de la mano, empezamos a dar una vuelta, él pillo unas ostras y se volvió para el barco, nosotros le dimos dos vueltas a la isleta, estábamos emocionados, el mejor snorkel que habíamos hecho nunca (claro, María, Yubero y yo hemos hecho poco, pero Alberto que había hecho un montón, flipó) y vimos mil peces de colores preciosos, e incluso una tortuga!!!!
El capitán me dejó casi navegar con el barco, jeje.
Luego nos llevó a Rinca, hicimos el trekking corto, menos mal, porque el calor y el sol era insufrible. Nuestro ranger, armado con un palo, en fin. Vimos unos 5 dragones y fuimos perdiendo el miedo, puesto que vimos que había familias viviendo allí. Y los macacos malísimos se acercaban a molestar al dragón, normal que se los coma.
Nuestro primer dragón.
El segundo. Costaba verlos porque se camuflan bastante.
La niña tan tranquila mirándonos a nosotros con más curiosidad que al dragón, esto nos relajó bastante, jeje.
El ranger también nos subió a una colina para que viésemos las vistas de Rinca.
Luego el ranger nos dejó en la tienda y bar, y pretendía que volviésemos solos por el camino hasta el bote, pero apareció un dragón pequeño y no nos movíamos. Al final otro ranger tuvo que acompañarnos.
Nos llevaron entonces a la pink beach a hacer snorkel, flipamos. Una barrera de coral de más de quince tipos diferentes, un montón de peces nuevos. Fue impresionante, lo más bonito del mundo.
Al volver al barco tuvimos un momento Bintang, que es como un momento Estrella Damm, jeje, una puesta de sol muy bonita, pero nos distrajimos porque aparecieron a los lejos unos delfines saltando, qué inoportunos, jejejeje.
Luego nos paramos a dormir en medio del mar, con otro barquito en el que iban unos alemanes, y aparecieron vendedores ambulantes, en medio de la nada, les compramos un dragoncito (qué menos?) y el que triunfó fue el que traía las birras, que le pillamos 5 más (porque nosotros poco previsores habíamos comprado solo 6!!! que son grandísimas, en fin, que bebemos de más).
Alberto cerrando el trato de las birras.
Dormimos bien, aunque los del barco de al lado por la mañana se tiraban unos pedos y eructos… Mal despertar, jeje.
A primerísima hora nos llevaron a Komodo para hacer otro trekking, el primer dragón lo vimos a mitad de camino, caminando por nuestro camino, un susto, de frente… Pero este ranger estaba loco y empezó a decir que nos pusiéramos detrás para hacernos fotos y tal. Mirad que fotos más chulas y mirad como nos las hacía el ránger… Estaba como una cabra.
¿Estaba o no estaba como una cabra el ranger? Sin palo, casi tumbado y a medio metro de la boca del dragón, que si te da un mordisco con la saliva venenosa te puede matar.
Luego con un dragón que estaba en posición más descansando nos hizo ya LA FOTO.
Después de todas las emociones, queríamos más snorkel, se suponía que íbamos a ver las mantas, pero primero haríamos otra parada por la pink beach, así que aprovechábamos bien.
Pero al final, llamaron al capitán que su tío se había muerto y tuvimos que regresar a tierra antes de lo esperado, sin ver las mantas, una rabia total, porque luego en el pueblo todo el mundo contaba que las había visto y parece ser que se pueden ver en muy muy pocos sitios, así con facilidad solo en un par o tres en el mundo y aquí en Komodo era uno… Ganas de llorar, pero a Flores volveremos, en general a Indonesia, porque ha sido espectacular y la sensación es que nos dejamos muuuuchas muuuchas cosas.
Mañana Filipinas, ganitas, aunque penita de dejar Indonesia, la verdad.