De Capadoccia, cogimos un bus a Antalya para ir al aeropuerto a buscar a Gloria, que teníamos muuuuuuuuchas ganas de verla. David, el amigo australiano, también se apuntó. Así que llegamos al aeropuerto un pelín tarde porque nos habíamos equivocado de terminal, pero Gloria no estaba allí, yo estaba de los nervios, y a los cinco minutos, aparece Gloria, pero muy ligera de equipaje, le habían perdido la maleta, joooooo, vaya manera de empezar el viaje, pobre.
Gloria nos dijo que le habían dicho que el nombre del color turquesa venía precisamente por el color del mar en la costa de Turquía que íbamos a ver, y es que es verdad que tiene un color intenso, así que teníamos muchas ganas de llegar a la playa.
Nos fuimos para Olympos y la Quimera, que era nuestro primer destino y el señor del hotel llamó para darles la dirección para que enviasen la maleta cuando la encontrasen, en fin.
Los cuatro íbamos matados, Gloria había volado de noche, con escala en Praga, y nosotros tres veníamos de una noche de autocar durilla, pero decidimos llegar e ir directos a la playa. Salimos con 100 liras para los cuatro, porque solo íbamos a comer algo y volveríamos para la siesta. Pero bueno, nos pusimos a andar por la playa, comimos en un restaurante donde dejamos las bicis y decidimos ir para Olympos a ver las ruinas y las casas en los árboles.
Caminamos por la playa, que era de piedras y nos costó un rato y llegamos a las ruinas de Olympos, nos colamos, porque no nos pidieron billete y al principio no sabíamos ni si eran las de Olympos u otras. Poco a poco fuimos descubriendo ruinas y nos encantó.
De las ruinas, salimos por el otro lado y fuimos a tomar algo a los sitios de bungalows y casas en el árbol para ver el ambientillo. Fue entonces cuando descubrimos que estábamos a 25 km de nuestra guesthouse, en fin, parece ser que por la playa se va recto, pero que la carretera da mucha vuelta. Así que nos vimos sin dinero y queríamos reservar también el crucero para los días siguientes. El sitio de bungalows, hacía una excursión esa noche a las llamas de la Quimera, cerca de nuestro alojamiento y nos ofrecieron luego dejarnos en casa. Matábamos dos pájaros de un tiro, cenamos allí y nos llevaron a la llama, reservamos el crucero… todo sin un duro, así que luego cuando nos acercaran ya pagaríamos. Además nos acercarían a las bicis, que habíamos abandonado horas antes en el restaurante donde habíamos comido.
Nos metieron en un minibus y nos llevaron a la llama, una hora para llegar, buf, y luego allí nos dice el conductor que nos vemos en una hora, nosotros creíamos que era un minuto, la llama, la foto y para casa, pero había que subir bastante cuesta para llegar a las llamas, sorpresa total y en chancletas de playa… además de lo reventados que estábamos.
Fue genial, con las linternas por mitad de la montaña y cuando llegamos a la roca con las llamas, alucinamos, es un sitio mágico, es un efecto rarísimo. Se supone que es donde los atletas olímpicos venían a encender la antorcha olímpica. Hay muchos mitos detrás pero la realidad es que las llamas llevan ardiendo miles de años a causa de las emisiones de metano.
Es difícil hacer fotos guays con tan poca luz, Gloria y yo intentamos ayudarnos con las linternas, pero fue un fracaso, jeje.
Un hombre estaba asando pitufos de nube con un palo y nos dio uno a probar, una ilusión, aunque estaba demasiado dulce para mí.
Por fin llegamos al hotel con las bicis y todo casi a la una de la mañana, habíamos hecho triatlón total (nadar, montaña y bici) Gloria ya se veía que no aguantaba, jeje, si el primer día le hicimos el reventón total…
Al día siguiente nos levantamos y nos pusieron un desayuno buenísimo en la guesthouse que estábamos, Caretta Caretta Pansiyon, y nos repusimos un poco. Gloria tenía trabajo que hacer y mientras los chicos se fueron a la playa, nosotras nos quedamos en el hotel, nos dijeron que habían encontrado la maleta y que llegaría a lo largo del día.
Por la noche fuimos a cenar y con la linterna volvimos a cruzar la playa y las ruinas para ir a la zona del ambientillo a tomar algo. Nos tomamos algo en el bar de uno de los bungalows y bailamos, súper chulo, como a Alberto no le hacían ni caso, nos acercamos Gloria y yo a pedir y tardamos un minuto.
Lo estábamos dando todo, pero Alberto es abuelo total y ya no podía más, jeje.
Al día siguiente a las 10 nos fuimos para el crucero, David muy preocupado por conocer a nuestros compañeros de viaje, cuando nos dijeron que era una familia francesa, decidimos cambiarlo porque habíamos preguntado explícitamente quién vendría y tal, y sobre todo David tenía ganas de gente más joven, que tiene 24 años, jo. Al final, un poco de nervios y tal, pero se consiguió arreglar, saliendo desde 50 km más tarde y haciendo solo dos noches. En este barco había dos chicas españolas más, como 5 australianos, tres chicas canadienses y dos coreanas, las mejores, súper divertidas. Pasamos la tarde bañándonos, me apunté a una cadena de masajes… luego cenamos y de charleta, Alberto conoció a la otra única persona del mundo que viaja con el ajedrez encima, Duncan, uno de los australianos, jeje.
La comida buenísima
Pasamos la noche un poco regular, porque había mala mar y el barco se movía un montón, encima, a las 4 de la mañana el barco arrancó y se fue de donde estábamos, yo creí que por emergencia porque hacía demasiado viento. Casi todos dormían arriba, pero Gloria y yo estábamos en la habitación, y es que parecía una coctelera, cómo se movía!!! Yo recordé que Alberto estaba durmiendo en una esquinita y pensé que con lo que se movía el barco, se iba a caer, así que subí a despertarlo y decirle que bajase si quería, pero cuando subí en su sitio no había nadie, qué susto! Me puse a buscarlo por entre la gente durmiendo y ya dije en alto “Alberto???” y se levantó una mano, como en clase, rollo “presente”, menos mal que no se había caído.
La cosa es que el movimiento fue a peor y Gloria se puso malísima, pero mala, vomitando la pobre. Cuando el barco paró para desayunar y bañarnos en una playa, nos bajamos directamente a la orilla a ver si la tierra firme ayudaba, pero a la vuelta al barco, seguía mareadísima. Así que decidimos que nos teníamos que ir, aunque antes de que llegase la hora de irse, Gloria se sintió mejor, pero no nos podíamos arriesgar. La recuperación vino acompañada con el poder comer algo y justo vino una barquita y se acercó ofreciendo Gozlemes de nutella y plátano (es parecido a un crepe), así que eso salvó a Gloria, jeje.
Haciendo los gozlemes en el acto, buenísimos.
En plena recuperación.
Nos llevaron a Oludeniz, que está al lado de Fethiye y cogimos unos bungalows en primera línea de laguna, súper chulo y barato, así que hicimos un día y medio de vagueo en la playita total.