Jodhpur nos encantó. En Rajastán las ciudades van por colores, Jodhpur es la ciudad azul. Nos explicaron que antes solo los de la casta Brahma, la superior, podían pintar sus casas de ese color, que se supone que es el mejor por el tema de la temperatura y los mosquitos, pero ahora ya podía más gente. En Pushkar también había muchas casas pintadas de ese azul clarito, pero no sabíamos el motivo.
Estuvimos en un hotel que estaba bastante bien, el King’s retreat, muy majetes y con un restaurante en la terraza con unas vistas del fuerte buenísimas. No se puede subir muy tarde a cenar porque a las nueve y pico apagan el fuerte, eso sí, jeje. Pero para nosotros que llegamos ya tardecillo, subir y ver esto nos impresionó un montón.
Así que al día siguiente cuando nos levantamos, fuimos directos para el fuerte, una pasada.
La entrada incluía una audioguía en castellano que estaba genial, porque era amena e interesante, eso sí, íbamos borreguillos totales con los cascos buscando los números, jeje.
Si ver el fuerte es bonito, las vistas desde el fuerte tampoco están nada mal, eeeh.
Había una mini exposición de las sillas en las que iban los maharajás en el elefante, también una de como llevaban a las mujeres en una especie de andas, pero todo cubierto para que no se las viera, esto de cubrir a las mujeres, se introdujo cuando llegaron los musulmanes a India.
Después de ver el fuerte, nos quedó claro que vivían como maharajás totales, jeje.
El actual maharajá se fue a estudiar fuera y cuando volvió lo habían reducido a «residente», así que se buscó la vida como hombre de negocios y también cuidando su patrimonio, como el fuerte. En la audioguía había trozos como de «entrevista» al tipo, muy interesante.
Al bajar del fuerte, nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad, es una ciudad como con mucho ambiente, mercadillo, mil tiendas de pulseras. Las pulseras a priori se veían casi como de los chinos, pero contra todo pronóstico vimos a algunos artesanos haciéndolas, aunque parecían de plástico cutre total. También había calidades, claro.
El centro neurálgico de Jodhpur es la plaza de la torre del reloj y alrededor hay mercadillo y tal, pero a mí las calles perdidas y el mercado de comida de detrás me gustó más.
En el fuerte, había una tienda de las de cuadritos de estos como de miniatura de Rajastán y habíamos estado mirando algunos de animalitos, porque la India sin los animales no se entiende, pero eran carillos. Así que en el sitio donde comimos preguntamos y nos recomendaron una escuela de arte que había por detrás de la plaza del reloj callejeando. Fuimos y vimos tres cuadritos (tigre, elefante y camello) que nos gustaron, pero es que el hombre nos dijo que él hacía clases de pintura, que si queríamos podíamos ir al día siguiente a pintar nuestro propio cuadro.
Así que al día siguiente, madrugamos bien para ir al palacio blanco que se veía, como el Taj de Jodhpur y cogimos un guía que nos explicó un poquito. El edificio súper bonito, al guía lo entendíamos más bien poco, así que poco puedo contar. Pero dentro había los retratos de los diferentes maharajás, y es que son ideales, qué genética tan fuerte, jeje. Yo ahora quiero cuadro de maharajá, jeje.
Los maharajás:
Y directos para la escuela de arte. El hombre me dio un elefante a mí y un pavo real a Alberto, y nos dijo que copiásemos el dibujo.
Luego con una especie de acuarela empezamos a pintarlo, primero repasamos el lápiz con acuarela marrón clarita y lo borramos y luego a pintar.
Estos fueron los resultados:
Y este nuestro profesor retocando el de Alberto un poquillo, jeje.