Yazd es una pequeña ciudad casi en el desierto, y la verdad es que está muy cuidada y es muy chula. El centro histórico, que es donde estábamos alojados, es un laberinto de calles de adobo en el que es facilísimo perderse, pero siempre se acaba encontrado uno, jeje.
Está bien integrada hasta la mesa de ping pong, eeeh.
La pega es que hacía un calor casi insoportable, y de hecho me recordaba a Almagro cuando estuve un verano en un cursillo, no había nadie por la calle, porque todo el mundo estaba encerrado a la fresca.
En esta ciudad nos dimos cuenta de que las puertas tenían dos cosas para llamar, la redonda y la alargada, que producían sonidos muy diferentes. Leímos que la redonda era para cuando llamaba una mujer y la otra, para el hombre, y es que según quien fuera a entrar, iba una persona u otra a abrirle.
Vimos en Yazd la mezquita que a mí al menos más me ha gustado (ahora en Esfahan hay muchas y son bonitas, pero esta me encantó y es como más “invitadora” a ser visitada, no se siente uno tan fuera de sitio aquí.
Estoy enamorada de las baldosas azules.
Luego en la parte nueva de la ciudad que tenía más ambiente por la gente que vive allí y tal, destaca la torre del reloj y un edificio súper bonito.
Al día siguiente hicimos una excursión en coche a tres ciudades no muy alejados, es la excursión típica total desde Yazd y la verdad es que estuvo muy bien.
El conductor nos paró también en una panadería para que viéramos como hacían el pan, y es que tradicionalmente lo hacen en unos hornos similares al tandori indio. Hacen las bolas, luego las estiran (como una pizza) y las lanzan al horno donde quedan pegadas en una pared, y las cogen cuando están hechas (que es cuando empiezan a separarse de la pared los bordes).
Luego fuimos a Kharanaq, que es toda una ciudad de adobe, súper chulo, pero que hace como treinta años fue abandonada y ya no viven allí, sino en la ciudad nueva al lado.
Aquí es donde los viajeros ataban a los animales cuando iban a descansar.
Y después nos llevaron a Chak Chak, que es un sitio sagrado para los zorostrianos, está en mitad de la nada, y el calor… Además son todo escalerillas, se ve que cuando son los eventos importantes se llena, pero no había nadie. Arriba del todo hay un pequeño templo, no muy bonito para mi gusto, con la llama típica (la grande estaba apagada, no sé por qué).
La última parada fue Meybod donde había varias cosas de interés, como el castillo Narin, que se supone el edificio más antiguo de Irán, y uno de los del mundo, seguramente.
O un caravanserai (las antiguas áreas de servicio, había una cada 60 km, que se supone que es un día de camello, y allí ataban a los animales y descansaban). En todas hay una reserva de agua, las torres con ventanillas son un sistema de refrigeración.
Y dentro del caravanserai hay un pequeño museo de alfombras y un hombre nos enseñó como las hacían, lo más alucinante es que no tienen un patrón, las van haciendo de cabeza, con un sistema complicadísimo de hilos arriba.
También en Meybod hay una cosa a la que llaman la casa del hielo. Tiene unas piscinas fuera que en invierno se helaban, y ese hielo lo guardaban para el verano. Dentro hay un agujero enorme excavado y luego una cúpula muy alta alargad, con un pequeño agujero para la ventilación (que a veces abrían y a veces cerraban), para manipular la apertura del agujero, por fuera la cúpula tiene como unas escalerillas.
Y por último nos llevaron a la torre de las palomas, y es que criaban palomas porque sus excrementos se ve que son muy fértiles para el cultivo de la sandía (o algo así), la verdad es que el palomar era chulo chulo. Estaba en una torre redonda para que no pudiesen subir las serpientes, que se ve que necesitan una superficie plana.
Próxima parada Isfahan!!!